Mi Mensaje - Capítulo 21
La religión
Cristo les pidió que evangelizasen a los pobres y ellos no debieron jamás abandonar al pueblo donde está la inmensa masa oprimida de los pobres. Los políticos clericales de todos los tiempos y en todos los países quieren ejercer el dominio y aún la explotación del pueblo por medio de la iglesia y la religión. Muchas veces, para desgracia de la fe, el clero ha servido a los políticos enemigos del pueblo predicando una estúpida resignación, que no sé todavía cómo puede conciliarse con la dignidad humana ni con la sed de Justicia cuya bienaventuranza se canta en el Evangelio.
También el clero político pretende ejercer en todos los países el dominio y aún la explotación del pueblo por medio del gobierno, lo que también es peligroso para la felicidad del pueblo. Los dos caminos del clericalismo político y de la política clerical deben ser evitados por los pueblos del mundo si quieren ser alguna vez felices. Yo no creo, como Lenin, que la religión sea el opio de los pueblos. La religión debe ser, en cambio, la liberación de los pueblos; porque cuando el hombre se enfrenta con Dios alcanza las alturas de su extraordinaria dignidad. Si no hubiese Dios, si no estuviésemos destinados a Dios, si no existiese religión, el hombre sería un poco de polvo derramado en el abismo de la eternidad. Pero Dios existe y por Él somos dignos, y por Él todos somos iguales, y ante Él nadie tiene privilegios sobre nadie. ¡Todos somos iguales!
Yo no comprendo entonces por qué, en nombre de la religión y en nombre de Dios, puede predicarse la resignación frente a la injusticia. Ni por qué no puede en cambio reclamarse, en nombre de Dios y en nombre de la religión, esos supremos derechos de todos a la justicia y a la libertad. La religión no ha de ser jamás instrumento de opresión para los pueblos. Tiene que ser bandera de rebeldía. La religión está en el alma de los pueblos porque los pueblos viven cerca de Dios, en contacto con el aire puro de la inmensidad. Nadie puede impedir que los pueblos tengan fe. Si la perdiesen, toda la humanidad estaría perdida para siempre.
Yo me rebelo contra las "religiones" que hacen agachar la frente de los hombres y el alma de los pueblos. Eso no puede ser religión. La religión debe levantar la cabeza de los hombres. Yo admiro a la religión que puede hacerle decir a un humilde descamisado frente a un emperador: "¡Yo soy lo mismo que Usted, hijo de Dios!". La religión volverá a tener su prestigio entre los pueblos si sus predicadores la enseñan así: como fuerza de rebeldía y de igualdad, no como instrumento de opresión.
Predicar la resignación es predicar la esclavitud. Es necesario, en cambio, predicar la libertad y la justicia. ¡Es el amor el único camino por el que la religión podrá llegar a ver el día de los pueblos!