El Libro Verde - Capítulo 11
La base económica de la Tercera Teoría Universal
Importantes desarrollos históricos han contribuido a la solución del problema del trabajo y los salarios, es decir, la relación entre productores y propietarios, trabajadores y empleadores. Estos avances incluyen la determinación de horarios laborales fijos, el pago de horas extra, los permisos, los salarios mínimos, la participación en las ganancias, la intervención de los trabajadores en la administración, la prohibición del despido arbitrario, la seguridad social, el derecho a la huelga y otras disposiciones contenidas en los códigos laborales de casi toda la legislación contemporánea.
No menos significativos han sido los cambios en el ámbito de la propiedad, como la promulgación de leyes que transfieren la propiedad privada al Estado y aquellas que limitan los ingresos.
A pesar de estos avances no despreciables en la historia económica, el problema sigue existiendo en su esencia. Aunque ha sido atenuado en comparación con siglos anteriores mediante mejoras, ajustes y desarrollos que han traído muchos beneficios a los trabajadores, la cuestión fundamental permanece sin resolverse.
Sin embargo, el problema económico sigue sin resolverse en el mundo. Los intentos de abordar la cuestión de la propiedad han fracasado en su objetivo de solucionar los problemas de los productores. Siguen siendo asalariados, independientemente de si la propiedad está en manos del Estado, algo que puede variar en el extremo derecho, en el extremo izquierdo o en el centro del espectro político.
Los intentos de mejorar los salarios fueron igualmente significativos que los esfuerzos por transferir la propiedad. Tras la Revolución Industrial, las negociaciones salariales lograron asegurar ciertos privilegios para los trabajadores, los cuales fueron garantizados por la legislación y protegidos por los sindicatos, mejorando así sus condiciones.
Con el tiempo, los trabajadores, técnicos y administradores han adquirido ciertos derechos que antes eran inalcanzables. Sin embargo, en la realidad, el problema económico sigue existiendo.
Los intentos dirigidos a mejorar los salarios fueron artificiosos y reformistas, y han fracasado en proporcionar una solución real. Fueron más un acto de caridad que un reconocimiento genuino de los derechos de los trabajadores.
¿Por qué los trabajadores reciben salarios? Porque llevan a cabo un proceso de producción en beneficio de otros que los contratan para producir un determinado bien. En este caso, los trabajadores no consumen lo que producen; más bien, se ven obligados a ceder su producto a cambio de un salario.
De ahí surge la regla fundamental: quienes producen deben consumir.
Sin embargo, los asalariados, por más que sus salarios hayan mejorado, siguen siendo una forma de esclavos.
Los asalariados no son más que esclavos de los amos que los contratan. Son esclavos temporales, y su esclavitud dura mientras trabajen por un salario, ya sea para empleadores individuales o para el Estado.
La relación de los trabajadores con el propietario o con el establecimiento productivo, así como con sus propios intereses, es la misma bajo todas las condiciones que prevalecen en el mundo actual, sin importar si la propiedad es de derecha o de izquierda.
Incluso los establecimientos de propiedad pública pagan salarios a los trabajadores, junto con otros beneficios sociales, de manera similar a la caridad que los ricos propietarios de empresas conceden a quienes trabajan para ellos.
A diferencia de los establecimientos de propiedad privada, donde los ingresos benefician al propietario, la afirmación de que los ingresos de los establecimientos de propiedad pública benefician a toda la sociedad, incluidos los trabajadores, solo es cierta si se considera el bienestar general de la sociedad y no el bienestar privado de los trabajadores.
Además, tendríamos que suponer que la autoridad política que controla la propiedad es verdaderamente la del pueblo en su conjunto, ejercida a través de las Conferencias Populares y los Comités del Pueblo, y no la autoridad de una clase, un partido, varios partidos, una secta, una tribu, una familia, un individuo o cualquier otra forma de autoridad representativa.
Si esto no se cumple, lo que los trabajadores reciben directamente en función de sus propios intereses — ya sea en forma de salarios, participación en las ganancias o beneficios sociales — es lo mismo que reciben los trabajadores en una empresa privada.
En ambos casos, los productores siguen siendo asalariados, independientemente de la diferencia en la propiedad.
Por lo tanto, este cambio en la propiedad no ha resuelto el problema del derecho del productor a beneficiarse directamente de lo que produce, sin necesidad de intermediarios como la sociedad o los salarios.
La prueba de ello es el hecho de que los productores continúan siendo asalariados, a pesar del cambio en la forma de propiedad.
La solución definitiva radica en la abolición del sistema salarial, la emancipación de las personas de su esclavitud y el retorno a las leyes naturales que definían las relaciones antes de la aparición de las clases, las formas de gobierno y las leyes creadas por el hombre. Estas reglas naturales son las únicas normas que deberían regir las relaciones humanas.
Las reglas naturales han dado lugar a un socialismo natural, basado en la igualdad entre los componentes de la producción económica, y han mantenido el consumo público casi igual a la producción natural entre los individuos.
La explotación del hombre por el hombre y la posesión de una parte de la riqueza común mayor a la que se necesita para cubrir las necesidades personales representan una desviación evidente de la regla natural, marcando el inicio de la distorsión y la corrupción en la vida de la comunidad humana. Este es el punto de partida de la sociedad explotadora.
Si analizamos los factores de la producción económica desde la antigüedad hasta la actualidad, siempre encontramos que esencialmente consisten en ciertos componentes básicos: materias primas, medios de producción y un productor.
La regla natural de igualdad exige que cada uno de estos componentes reciba una parte de la producción. Dado que la producción no puede lograrse sin el papel esencial de cada uno de estos elementos, el resultado debe dividirse equitativamente entre ellos.
El predominio de uno sobre los demás contraviene la regla natural de igualdad y representa una usurpación de los derechos de los otros. Por lo tanto, cada uno debe recibir una parte igual, sin importar el número de componentes en el proceso de producción. Si hay dos componentes, cada uno debe recibir la mitad de la producción; si hay tres, entonces un tercio.
Aplicando esta regla natural tanto a situaciones antiguas como modernas, llegamos a la siguiente conclusión. En la etapa de producción manual, el proceso de producción dependía únicamente de la materia prima y el productor. Más tarde, se añadieron nuevos medios de producción al proceso.
Un ejemplo claro de esto es el uso de animales como unidades de fuerza. Con el tiempo, las máquinas reemplazaron a los animales, las materias primas evolucionaron de ser simples y de bajo costo a convertirse en materiales valiosos y complejos.
De manera similar, los trabajadores no calificados se convirtieron en trabajadores especializados y técnicos, y su gran número disminuyó, dando paso a unos pocos especialistas altamente capacitados.
A pesar de que los componentes de la producción han cambiado cualitativa y cuantitativamente, su papel esencial dentro del proceso productivo ha permanecido fundamentalmente inalterado.
Por ejemplo, el mineral de hierro, que ha sido un componente de la producción tanto en el pasado como en el presente, antes era trabajado de manera rudimentaria por herreros para fabricar cuchillos, hachas, lanzas, entre otros objetos. Hoy en día, el mismo mineral de hierro es procesado por ingenieros y técnicos mediante hornos de fundición para la fabricación de máquinas, motores y vehículos.
Asimismo, los animales como caballos, mulas y camellos, que en su momento formaban parte del proceso productivo, han sido reemplazados por fábricas y enormes máquinas. La producción, que antes dependía de herramientas primitivas, ahora se basa en instrumentos técnicos altamente sofisticados.
A pesar de estos enormes cambios, los componentes naturales de la producción siguen siendo esencialmente los mismos. Esta continuidad hace inevitable el retorno a las reglas naturales correctas como única solución a los problemas económicos derivados de los intentos históricos previos de resolverlos sin considerar estas reglas.
Todas las teorías económicas anteriores abordaron el problema económico desde la perspectiva de la propiedad de alguno de los componentes de la producción o desde el enfoque de los salarios por producción. Sin embargo, fracasaron en la solución del problema real: el problema de la producción en sí misma. Así, la característica más importante del orden económico que predomina en el mundo actual es un sistema salarial que priva a los trabajadores de cualquier derecho sobre los productos que generan, ya sea para la sociedad o para una empresa privada.
Un establecimiento industrial se compone de materiales para la producción, máquinas y trabajadores. La producción se logra cuando los trabajadores transforman los materiales utilizando las máquinas. De este modo, los bienes manufacturados no estarían listos para su uso y consumo si no atravesaran un proceso de producción que requiere materias primas, fábricas y trabajadores. Es evidente que, sin materias primas básicas, la fábrica no puede operar, y sin la fábrica, las materias primas no pueden ser transformadas. De igual forma, sin productores, la fábrica se detiene. Así, los tres factores son igualmente esenciales para el proceso productivo y, sin ellos, no puede haber producción. La ausencia de cualquiera de estos componentes no puede ser compensada por los otros. Por lo tanto, la regla natural exige que cada componente reciba una parte equitativa de los beneficios de la producción. No solo la fábrica es importante, sino también quienes consumen su producción.
Lo mismo se aplica a los procesos de producción agrícola, que dependen únicamente de dos componentes: el ser humano y la tierra. El producto debe dividirse en dos partes iguales, en correspondencia con el número de componentes de la producción. Además, si se introduce cualquier otro medio, ya sea mecánico u otro tipo de herramienta en el proceso, la producción deberá dividirse en tres partes iguales: la tierra, el agricultor y los medios de producción. De este modo, surge un sistema socialista en el que todos los procesos productivos se rigen por esta regla natural.
Los productores son los trabajadores; se les llama productores porque los términos "obrero", "asalariado" y "trabajador manual" han quedado obsoletos. La definición tradicional se ha revisado debido a que la clase trabajadora está experimentando cambios tanto cualitativos como cuantitativos.
A medida que avanza la ciencia y la tecnología, la proporción de la clase trabajadora se reduce. Tareas que antes requerían varios trabajadores ahora son realizadas por una sola máquina. Operar una máquina demanda menos trabajadores, lo que ha provocado un cambio cuantitativo en la fuerza laboral, mientras que la sustitución de la fuerza física por la habilidad técnica ha generado un cambio cualitativo en la composición del trabajo.
La fuerza laboral se ha convertido en un componente del proceso de producción. Como resultado del avance técnico, grandes masas de trabajadores no calificados han sido transformadas en un número limitado de técnicos, ingenieros y científicos. En consecuencia, los sindicatos tradicionales desaparecerán y serán reemplazados por gremios de ingenieros y técnicos.
El progreso científico es un avance irreversible para la humanidad. Gracias a este proceso, el analfabetismo será erradicado y los trabajadores no calificados se convertirán en un fenómeno transitorio destinado a desaparecer gradualmente. Sin embargo, incluso en este nuevo contexto, las personas seguirán siendo el componente fundamental del proceso de producción.