El Libro Verde - Capítulo 22
La nación
La nación es el "paraguas" político nacional del individuo; es más amplio que el "paraguas" social que la tribu proporciona a sus miembros. El tribalismo perjudica al nacionalismo, ya que la lealtad a la tribu debilita la lealtad nacional y prospera a su costa. Del mismo modo, la lealtad a la familia se fortalece a expensas de la lealtad tribal y la debilita. La lealtad nacional es esencial para la nación, pero, al mismo tiempo, representa una amenaza para la humanidad.
Dentro de la comunidad mundial, la nación desempeña un papel similar al de la familia dentro de la tribu. Cuanto más se enfrentan las familias de una tribu y se radicalizan, más se pone en peligro la existencia de la tribu. La familia, a su vez, se ve amenazada cuando sus miembros entran en conflicto y buscan exclusivamente sus propios intereses. De la misma manera, si las tribus de una nación se disputan entre sí y persiguen solo sus propios intereses, la nación se ve socavada.
El fanatismo nacional, cuando se expresa mediante el uso de la fuerza contra naciones débiles o cuando el progreso nacional se logra a costa de otras naciones, es un mal que perjudica a la humanidad. Sin embargo, individuos fuertes, con respeto propio y conscientes de sus responsabilidades, son valiosos y beneficiosos para la familia, al igual que una familia fuerte y respetable, que reconoce su importancia, es material y socialmente útil para la tribu. De la misma forma, una nación progresista, productiva y civilizada es beneficiosa para el mundo entero.
La estructura política nacional se debilita cuando desciende a niveles sociales inferiores, es decir, cuando adopta la lógica de la familia o la tribu y actúa según sus principios y perspectivas.
La nación es una familia ampliada que ha atravesado la etapa de la tribu y la diversificación de tribus surgidas de una misma fuente común. También incluye a aquellos miembros que se han vinculado a su destino. De manera similar, la familia solo puede convertirse en una nación después de haber pasado por la etapa tribal y su diversificación, así como por un proceso de afiliación derivado de la interacción entre diversas comunidades dentro de una sociedad. Inevitablemente, esto ocurre a lo largo de un extenso período de tiempo.
Si bien el paso del tiempo da lugar a la creación de nuevas naciones, también contribuye a la fragmentación de las antiguas. El origen común y el destino compartido, a través de la afiliación, son las dos bases históricas de cualquier nación, aunque el origen ocupa el primer lugar y la afiliación el segundo. Una nación no se define únicamente por su origen, aunque este sea su fundamento y punto de partida. Además del origen, una nación se forma a través de afiliaciones humanas a lo largo de la historia, que llevan a un grupo de personas a habitar un mismo territorio, desarrollar una historia común, compartir un patrimonio y enfrentar un destino colectivo. Una nación, independientemente del lazo de sangre, se constituye a partir de un sentido de pertenencia y un destino compartido.
Pero, ¿por qué el mapa del mundo ha visto desaparecer grandes naciones para dar paso al surgimiento de otras? ¿Es esta una cuestión meramente política, sin relación alguna con el aspecto social de la Tercera Teoría Universal? ¿O acaso es un fenómeno social que, por su naturaleza, corresponde ser analizado en esta parte del "Libro Verde"?
Veamos. La familia es, indiscutiblemente, una estructura social más que política. Lo mismo ocurre con la tribu, ya que no es más que una familia que se ha reproducido y expandido hasta convertirse en múltiples familias. Del mismo modo, la nación es el resultado del crecimiento de una tribu, cuyas ramas se han multiplicado hasta transformarse en varias tribus.
La nación es, por lo tanto, una estructura social cuyo vínculo es el nacionalismo; la tribu es una estructura social cuyo vínculo es el tribalismo; la familia es una estructura social cuyo vínculo son los lazos familiares; y la sociedad global es una estructura social cuyo vínculo es la humanidad. Estos hechos son evidentes por sí mismos.
Existen, además, las estructuras políticas de los Estados que conforman el mapa político del mundo. Pero, ¿por qué el mapa del mundo cambia de una época a otra? La razón es que las estructuras políticas pueden, o no, estar en armonía con las estructuras sociales. Cuando la estructura política y la realidad social coinciden, como en el caso del Estado-nación, esta perdura y no se modifica. Si se ve alterada por el colonialismo externo o por un colapso interno, reaparece bajo la bandera de la lucha nacional, el renacimiento nacional o la unidad nacional.
Cuando una estructura política abarca más de una nación, su mapa será desgarrado, pues cada nación buscará su independencia bajo el estandarte de su identidad nacional. Así han caído los imperios a lo largo de la historia, ya que estaban conformados por múltiples naciones. Cuando cada nación se aferra con fuerza a su identidad y busca la independencia, los imperios políticos se desmoronan y sus componentes retornan a sus orígenes sociales. Esto es evidente en la historia del mundo cuando se la analiza a través de los tiempos.
Pero, ¿por qué esos imperios estaban compuestos por diferentes naciones? La respuesta es que el Estado no es una estructura social como la familia, la tribu o la nación, sino una entidad política creada por diversos factores, siendo el más simple y fundamental el nacionalismo. El Estado nacional es la única forma política que se ajusta a la estructura social natural. Su existencia perdura, a menos que se vea sometido a la tiranía de un nacionalismo más fuerte o que su estructura política, como Estado, sea alterada por su propia estructura social en forma de tribus, clanes y familias.
Una estructura política se corrompe cuando se subordina a la estructura social sectaria de la familia, la tribu o el grupo religioso, adoptando sus características. Además del nacionalismo, existen otros factores que contribuyen a la formación de un Estado, como los religiosos, económicos y militares, los cuales pueden dar origen a un Estado distinto al Estado nacional básico.
Una religión común, así como las exigencias económicas o las conquistas militares, pueden dar origen a un Estado que abarque varias naciones. Así, en una época, el mundo presencia la formación de un Estado o un imperio que, en otra época, acabará por desintegrarse. Cuando el espíritu del nacionalismo se impone sobre las lealtades religiosas, o cuando estalla el conflicto entre distintos nacionalismos reunidos, por ejemplo, bajo una misma religión, cada nación recupera su independencia y restablece su estructura social. Entonces, ese imperio desaparece.
El papel de la religión resurge cuando el fervor religioso se torna más fuerte que el sentimiento nacionalista. Como resultado, los distintos nacionalismos vuelven a unificarse bajo la bandera de la religión, hasta que el papel de la nación reaparece una vez más, y así sucesivamente.
Todos los Estados compuestos por múltiples nacionalidades — ya sea por motivos religiosos, económicos, militares o por ideologías creadas por el hombre — serán destruidos por el conflicto nacionalista hasta que cada nación logre su independencia, pues el factor social triunfará inevitablemente sobre el factor político.
A pesar de las circunstancias políticas que puedan hacer necesaria la creación de un Estado, la base de la vida de los individuos es la familia, y desde ella se extiende a la tribu, la nación y, en última instancia, a toda la humanidad. El factor esencial es el factor social. El nacionalismo es un elemento permanente. Se debe hacer hincapié en la realidad social y en el cuidado de la familia para formar seres humanos integrados y bien educados.
Luego, se debe atender a la tribu como una "cobertura" social y una escuela natural de desarrollo para sus miembros en la etapa posterior a la vida familiar. A continuación, sigue la nación. El individuo aprende los valores sociales principalmente de la familia y la tribu, que constituyen una estructura social natural, no creada por ninguna persona en particular.
El cuidado de la familia es un interés del individuo, al igual que el cuidado de la tribu beneficia tanto a la familia como al individuo y a la nación; forma parte de la identidad nacional. El factor social y el factor nacional son la verdadera fuerza constante y dinámica que impulsa la historia.
Ignorar el vínculo nacional de las comunidades humanas y establecer un sistema político en contradicción con la realidad social solo da lugar a una estructura temporal, destinada a ser destruida por la fuerza del factor social de esos grupos, es decir, por la integridad y el dinamismo nacional de cada comunidad.
Estos hechos son inherentes a la vida de la humanidad y no meras conjeturas intelectuales. Todo individuo en el mundo debería ser consciente de estas realidades y actuar en consecuencia para que sus acciones tengan verdadero sentido.
Para evitar desviaciones, desorden y perjuicios en la vida de los grupos humanos — consecuencias inevitables de la falta de comprensión y respeto por estos principios fundamentales de la vida — es imprescindible conocer estas realidades comprobadas.