Biblioteca Evita Capitana

El Libro Verde - Capítulo 7

La ley de la sociedad

La ley representa otro problema, paralelo al del instrumento de gobierno, que aún no ha sido resuelto. Aunque ha sido abordado en diferentes períodos de la historia, el problema persiste hasta hoy.

Otorgar a un comité o a una asamblea el poder de redactar la ley de la sociedad es tanto inválido como antidemocrático. Del mismo modo, es inválido y antidemocrático que la ley de la sociedad pueda ser derogada o enmendada por un individuo, un comité o una asamblea.

Entonces, ¿qué es la ley de la sociedad? ¿Quién la redacta y cuál es su relación con la democracia?

La ley natural de cualquier sociedad se fundamenta en la tradición (costumbre) o en la religión. Cualquier otro intento de redactar leyes fuera de estas dos fuentes es inválido e ilógico.

Las constituciones no pueden considerarse la ley de la sociedad. Una constitución es, en esencia, una ley positiva creada por el hombre y carece de la fuente natural de la que debe derivar su justificación.

El problema de la libertad en la era moderna radica en que las constituciones se han convertido en la ley de las sociedades. Estas constituciones se basan únicamente en los principios de los instrumentos de gobierno dictatoriales que prevalecen en el mundo actual, desde el gobierno individual hasta el gobierno de partidos.

Prueba de ello son las diferencias existentes entre las diversas constituciones, a pesar de que la libertad humana es una sola e indivisible. La razón de estas diferencias radica en las distintas suposiciones y valores implícitos en cada instrumento de gobierno.

De esta manera, la libertad se vuelve vulnerable bajo las formas contemporáneas de gobierno.

El método por el cual una determinada forma de gobierno busca dominar al pueblo está contenido en la constitución. El pueblo se ve obligado a aceptarla por medio de las leyes derivadas de esa constitución, la cual es, a su vez, el producto de las tendencias impuestas por los instrumentos de gobierno.

Las leyes de los instrumentos dictatoriales de gobierno han reemplazado a las leyes naturales, es decir, la ley positiva ha sustituido a la ley natural. Como consecuencia, los estándares éticos se han vuelto confusos.

El ser humano, en esencia, es físicamente y emocionalmente el mismo en todas partes. Debido a este hecho, las leyes naturales son aplicables a todos. Sin embargo, las constituciones, al ser leyes convencionales, no perciben a los seres humanos de manera equitativa. Esta visión no tiene justificación, excepto por el hecho de que refleja la voluntad del instrumento de gobierno, ya sea un individuo, una asamblea, una clase o un partido.

Por ello, las constituciones cambian cada vez que se produce una alteración en los instrumentos de gobierno, lo que demuestra que una constitución no es una ley natural, sino que refleja el impulso del instrumento de gobierno para servir a sus propios fines.

La abolición de las leyes naturales en las sociedades humanas y su sustitución por leyes convencionales es el peligro fundamental que amenaza la libertad.

Cualquier sistema de gobierno debe someterse a las leyes naturales, y no al revés.

La ley fundamental de la sociedad no debe estar sujeta a redacción o composición histórica. Su importancia radica en ser el criterio decisivo a partir del cual se pueden juzgar la verdad y la falsedad, el bien y el mal, así como los derechos y deberes individuales.

La libertad está amenazada a menos que la sociedad se adhiera a una ley sagrada con reglas establecidas que no puedan ser modificadas ni alteradas por ningún instrumento de gobierno. Más bien, es responsabilidad del instrumento de gobierno ajustarse a las leyes de la sociedad.

Lamentablemente, en la actualidad, los pueblos de todo el mundo están gobernados por leyes creadas por el hombre, que pueden ser cambiadas o derogadas dependiendo de la lucha por el poder entre las distintas formas de gobierno.

La realización de plebiscitos sobre constituciones suele ser insuficiente. Los plebiscitos son, en esencia, una falsificación de la democracia, ya que la única opción es un "sí" o un "no". Además, bajo las leyes creadas por el hombre, las personas se ven obligadas a votar en estos plebiscitos.

Realizar un plebiscito sobre una constitución no significa necesariamente que esta se convierta en la ley de la sociedad. En otras palabras, el estatus de una constitución no se altera mediante un plebiscito; seguirá siendo simplemente el objeto de un plebiscito.

La ley de la sociedad es un patrimonio humano eterno que no pertenece solo a los vivos. Por lo tanto, redactar una constitución o someterla a plebiscito es una burla.

Los códigos de leyes creadas por el hombre, derivados de constituciones igualmente creadas por el hombre, están llenos de castigos físicos dirigidos contra los seres humanos, mientras que la tradición contiene pocas medidas de este tipo.

La tradición establece sanciones morales y no físicas que están en armonía con la naturaleza intrínseca de la humanidad. La religión incorpora la tradición y la asimila, ya que esta última es una manifestación de la vida natural de los pueblos. Sus enseñanzas comprenden directrices sociales fundamentales y respuestas a las cuestiones esenciales de la existencia.

La mayoría de las penas físicas son diferidas para un juicio futuro. Esta es la forma de ley más apropiada, ya que brinda el debido respeto al ser humano. La religión no impone castigos inmediatos, salvo en ciertos casos extremos en los que son necesarios para el bienestar de la sociedad.

La religión contiene la tradición, y la tradición es una expresión de la vida natural de los pueblos. Por lo tanto, la religión es una afirmación de las leyes naturales que se manifiestan en ella.

Las leyes que no se basan en la religión y la tradición son meras invenciones del hombre para ser utilizadas contra sus semejantes. En consecuencia, tales leyes son inválidas, ya que no provienen de la fuente natural de la tradición y la religión.

Volver al índice